¿No es la vida algo maravilloso? Quiero comenzar de esta manera porque me siento una persona muy afortunada.
Les escribo desde un lugar maravilloso y tranquilo. Estoy en el Mar Muerto, en Israel, con vista a las montañas de Jordania. Aquí todo es silencio y paz, y bajo el hechizo de este sentimiento me gustaría contarles más acerca de mi aventura. Quiero contarles cómo un paciente renal puede tener una vida plena.
Tengo muy claro en mi memoria el día en que comencé con la diálisis. Fue el 19 de abril de 2017. Fui al quirófano para que me colocaran un catéter e inmediatamente después de eso inicié mi tratamiento de diálisis. Fue una sesión de tres horas. En ese momento no hablaba mucho sobre el tema porque estaba en un estado de negación. No fue fácil aceptarlo y recuerdo estar llamando a amigos y familiares para averiguar si alguien tenía un grupo sanguíneo compatible con el mío. No apareció ningún posible donante.
Diez días después, nació mi hijo Guilherme. El amor más grande de mi vida estaba allí, en mis brazos, pesando apenas un poco más de 3 kg. Recuerdo haber pensado: Ahora, elijo vivir por ti.
Esos fueron los diez días que necesité para comprender lo que necesitaba comprender: Todo. Cómo funcionaba todo. Y comencé a interesarme por la enfermedad y el proceso de diálisis en sí. Fue en ese momento en el que decidí que la enfermedad no sería más fuerte que yo. Es por eso que quiero compartir con ustedes los cuatro pasos que me han permitido llegar a donde estoy hoy: más feliz que nunca y viviendo mi sueño de toda la vida.
Paso uno – Eliminar actitudes que no nos hacen bien
Mi informe médico establecía que tenía una incapacidad del 71,4%. Mi cuerpo estaba tan cansado después de los tratamientos que me pasaba el día siguiente durmiendo o descansando. Me miraba al espejo y me compadecía de mí mismo. Sólo tenía 28 años y mi expectativa para el futuro era no volver a trabajar nunca y pasarme todo el tiempo conectado a una máquina.
Por lo general nuestro primer pensamiento es: ¿cómo me verán los otros ahora? Esas son las palabras que procesa nuestro cerebro y que nos hacen quejarnos de todo y de todos los que nos rodean. Esas son las palabras que, en ese instante, nos hacen creer que nadie nos amará jamás. En ese momento perdemos la noción de cuál es nuestro verdadero valor. Ésta siento que es la primera batalla que debemos enfrentar: eliminar las actitudes que no nos hacen bien. Comenzar a entender la enfermedad y el tratamiento fue muy importante para mí para poder digerir mentalmente el hecho de que este proceso, el tratamiento, es lo que me permitía seguir vivo.
Solamente podemos ser de verdad felices una vez que entendemos que la diálisis no es algo malo. Por el contrario, tenemos la suerte de que existan estos tratamientos que nos permiten continuar con nuestras vidas junto a aquellos a los que amamos y seguir haciendo las cosas que disfrutamos hacer. Una vez que comprendemos eso, podemos dar el siguiente paso. Hoy me siento mucho más agradecido por las cosas buenas que tengo en mi vida y he dejado de perder el tiempo protestando y quejándome.
Paso dos – Reconocer nuestras fortalezas
¿En qué soy bueno? ¿Qué es lo que realmente amo hacer? Había abierto una empresa de turismo en febrero de 2017 y, por primera vez en mi vida, me había convertido en mi propio jefe. Nunca fue algo que había planeado, sino más bien algo que ocurrió. Había invertido mucho dinero para poder hacer algo que verdaderamente disfrutaba hacer.
“Pero si estoy cansado después de cada tratamiento de diálisis, ¿podré siquiera trabajar?” Los miedos que tenía sobre el futuro hicieron que me trazara objetivos muy altos para mí mismo. Me estaba exigiendo más de lo que realmente podía hacer. Tengo que confesarles: vivía en un estado de insatisfacción constante porque no podía alcanzar los objetivos que me había propuesto. No fue un proceso fácil, pero comencé por entender que la forma más simple de avanzar sería proponerme objetivos claros y realizables.
Primero, intenté entender cuáles eran mis fortalezas a nivel profesional. Luego, acepté que habría días en los que me sentiría frustrado. Aprendí a bajar mis expectativas en los casos en que sabía de antemano que sería más difícil para mí alcanzar mis objetivos. A partir de ese momento, todo cambió. Decidí que los días en que tenía que hacerme diálisis serían mis días libres y que los días en que no tenía tratamiento serían mis “mejores” días, y debería trabajar el doble de duro para compensar por los días que “perdía” descansando. Esto fue una inyección de energía. Iba al trabajo con una sensación de propósito, abordaba a mis posibles clientes con un espíritu revitalizado. El resultado: las ventas crecieron rápidamente. Los objetivos que me había puesto para el éxito de mi empresa comenzaron a dar sus frutos y todo empezó a ir mucho mejor.
El permitirnos a nosotros mismos adaptarnos a la realidad es extremadamente importante si queremos vivir vidas en las que nos sintamos felices y capaces de lidiar con lo que sea que el día nos ponga enfrente.
Paso tres – Concentrarse en el presente
Muchos de nosotros planeamos a futuro. Esto es normal y razonable. Sin embargo, no debemos olvidar que nuestras vidas están ocurriendo en este preciso momento. Deberíamos ver los planes que nos hemos propuesto con una mirada fresca a fin de no caer en la trampa del fracaso. Esto puede hacer que, una vez más, caigamos en la negación. Mantenernos concentrados en el presente hace que cada segundo de cada día cuente y, así, evitamos perder horas (y días) enojados con nosotros mismos y con aquellos a nuestro alrededor. Si nos mantenemos focalizados en el presente y recordamos que la vida es lo que está pasando en este instante, disfrutaremos de cada victoria cuando logremos alcanzar alguno de los objetivos que nos hemos fijado. Como resultado, nos sentiremos más felices. Pensar “soy bueno en lo que hago” produce una sensación de bienestar y amor, incluso aplicado a las acciones más simples de nuestra vida cotidiana.
Paso cuatro – Aceptarse a uno mismo, fallar, aprender de nuestros errores y estar siempre agradecidos
Aceptarnos a nosotros mismos nos permite ver cómo podemos empezar de nuevo. Esto es lo que representa la diálisis: un nuevo comienzo. La vida tiene que modificarse para incluir aquellas cosas que nos permiten seguir viviendo. Deshacernos del sentimiento de inferioridad que se genera al compararnos a nosotros mismos con otras personas que no tienen que atravesar por esto y que no “tienen que pasar tiempo conectadas a una máquina” es un avance hacia aprender a tratarnos mejor a nosotros mismos. El hacer esto puede tener un efecto impresionante – ya sea en el trabajo, con nuestra familia, o en situaciones cotidianas como conducir un vehículo en medio de un tránsito cargado. Considerando que el tiempo que demanda el tratamiento absorbe parte de nuestro tiempo libre, tenemos que aprovechar cuando no estamos en tratamiento y ¡vivir la vida al 200%!
Vivir significa cometer errores, pero también aprender de ellos y mejorar. Todos deberíamos capitalizar al máximo nuestras limitaciones para convertirnos en mejores personas e inspirar a otros con nuestro ejemplo. Esto es mejor que pensar que tenemos el derecho de quejarnos de todo lo que nos rodea sólo por el hecho de estar sintiéndonos menos valiosos que otras personas. ¡No lo somos!
Sentirse agradecido es el mejor sentimiento que uno puede tener. Agradecer las cosas simples, así como también las que nos costó mucho esfuerzo lograr. Al sentirnos agradecidos nos estamos diciendo a nosotros mismos: soy un ganador y esta enfermedad no será protagonista en mi vida.
Así es cómo me siento hoy: Soy un ganador. ¿Quieres tú también ser un ganador?